Adultismo: ¡Cuidado con lo que dices!
Últimamente, la palabra "adultismo" aparece una y otra vez en el sector de la educación, la escuela y la guardería. Así que ha llegado el momento de decir algo al respecto desde el punto de vista de un pediatra.
Adultismo significa que la diferencia de poder o conocimiento entre niños y adultos hace que los niños sean discriminados o avergonzados. Ejemplos: la afirmación "Eso no está tan mal", aunque el niño sufra mucho dolor emocional o estrés. O la afirmación "Todavía no puedes saberlo, todavía no puedes tener una opinión al respecto".
En el fondo, la cuestión es muy compleja. Y lo cierto es que rara vez hay malicia detrás de tales comentarios. Suele ocurrir por descuido o porque los adultos están estresados. Sin embargo, es bueno sensibilizar a la gente.
Después de todo, afirmaciones como "antes crecíamos de otra manera" pueden ser ciertas, pero es innegable que es sensato tener en cuenta los nuevos descubrimientos. Un ejemplo drástico que subraya la importancia de esto: en los años 80 (¡sí, en los 80!), se operaba a los bebés sin anestesia porque se suponía que aún no tenían un verdadero sentido del dolor.
Y hoy sabemos que las pequeñas lesiones emocionales como las de las frases del ejemplo, si se repiten una y otra vez, sencillamente no son buenas para los niños. Así que deberíamos intentar evitarlas.
Es importante hablar de lo básico: Si en la familia/jardín de infancia/clase escolar existe básicamente un clima en el que se intenta evitar este tipo de cosas, entonces todo va bien. Entonces es ese "suficientemente bueno" del que hablamos a menudo en cuestiones educativas. Entonces un niño puede aguantar un comentario estúpido sin que eso suponga una diferencia porque sabe que el ambiente general está bien.
Y lo que también es importante: estar en contra del comportamiento adultista no significa estar a favor del "laissez-faire" o simplemente dejar que todo siga su curso. Se trata simplemente de ver dónde puedo implicar a un niño en las decisiones, dónde puedo explicarle las decisiones. Y, por supuesto, hay cosas en las que los adultos tienen que establecer directrices y comunicarlas claramente.
Esto también demuestra lo complejo que es el tema. Porque, por supuesto, todo depende de la edad. Por ejemplo, no puedo confiar en que un niño de tres años cruce solo una carretera con mucho tráfico o tome una decisión sobre una vacuna. Pero no tengo que decirles "tu opinión no cuenta", puedo decirles que he tomado una decisión como adulto y que podemos gestionarla juntos.
Un buen ejemplo es el tema de la ropa: por supuesto, al principio los padres abrigan bien a los bebés. Y en algún momento, los padres se dan cuenta de que su hijo necesita un poco más o un poco menos de ropa de abrigo. Y puede ocurrir que, por ejemplo, un niño de seis años diga "no tengo frío" y entonces haya que aceptar que ese niño puede llevar un abrigo menos y seguir arreglándose bien.
Por tanto, recuerda siempre escucharte a ti mismo, comprobar tu propia comunicación: esto puede ser realmente importante para los niños.
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